miércoles, 2 de abril de 2008

Primum non nocere


Existe un conjunto creciente de bien intencionadas actividades sanitarias caracterizadas por su dudosa utilidad para el individuo y la sociedad (y por su indudable beneficio para quienes las promueven y promocionan). Iván Ilich escribió sobre ello desde un punto de vista sociológico, y otros, como Bob Evans y Vicente Ortún, se han pronunciado acerca del mismo asunto desde el punto de vista económico, sobre la “demanda inducida por el proveedor”. Por ejemplo, a más hospitales, mayor actividad hospitalaria sin que necesariamente se acompañe de mayor salud de la población .

Podría hablarse de malicia sanitaria respecto el típico “chequeo” indiscriminado del individuo sano (niño, adolescente, escolar, mujer, obrero, adulto, anciano) que tanto se promociona y tantos intereses mueve, lo mismo por los profesionales que por la Consejería de Sanidad de Andalucía (chequeo gratis y anual a los mayores de 65 años, que se suma a las “revisiones de los niños sanos”), y que se convierten en “santo y seña” y esencia de la atención primaria. Estos servicios consumen recursos, dinero y tiempo (que se desvían de otros usos más racionales), no añaden salud, tienen efectos perjudiciales (falsos positivos y falsos negativos, con las consiguientes cascadas diagnósticas y terapéuticas) y sólo benefician a los que toman la iniciativa, los promocionan, los realizan y los mantienen, no a los pacientes.

La Medicina puede hacer mucho bien, pero puede también hacer mucho daño, más por acción que por omisión. En este sentido, el médico bien formado, con su recto proceder y con su conciencia viva, es la última barrera que le queda al paciente y a la sociedad frente a una presión que “explota” el deseo inveterado de la eterna juventud (que ya consta en el poema de Gilgamesh, del año 2000 aC), con la exigencia del “todo, aquí y ahora”.

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"Malicia sanitaria y prevención cuaternaria", Juan Gérvas

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