sábado, 19 de enero de 2008

El último Catón

Las cosas hermosas, las obras de arte, los objetos sagrados, sufren, como nosotros, los efectos imparables del paso del tiempo. Desde el mismo instante en que su autor humano, consciente o no de su armonía con el infinito, les pone punto y final y las entrega al mundo, comienza para ellas una vida que, a lo largo de los siglos, las acerca también a la vejez y a la muerte. Sin embargo, ese tiempo que a nosotros nos marchita y nos destruye, a ellas les confiere una nueva forma de belleza que la vejez humana no podía siquiera soñar en alcanzar; por nada del mundo hubiera querido ver reconstruido el Coliseo, con todos sus muros y gradas en perfecto estado, y no hubiera dado nada por un Partenón pintado de colores chillones o una Victoria de Samotracia con cabeza.

Matilde Asensi, "el último Catón"

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